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NO SOLO DE PIEDRAS VIVE UN ESCULTOR

POR: XAVIER MOYSSÉN L.

En un medio como el de Monterrey, favorable para el desarrollo de actividades culturales, en donde incluso la posición geográfica juega un papel importante por su cercanía con los Estados Unidos, resulta congruente encontrar productores como el que aquí nos ocupará: un escultor de talla directa (principalmente) que al cabo de treinta años de trabajo puede ver con satisfacción su carrera y sus logros.
Esta apreciación que puede leerse como correcta y justa ha de matizarse ya que Jorge Elizondo puede, efectivamente, ver hacia atrás y sentirse orgulloso de lo hecho y de lo logrado, pero el camino que lo trajo hasta aquí no fue especialmente favorable ni para él ni para muchos otros de sus colegas, y si hoy la ciudad se muestra más receptiva, más sensible y hasta más deseosa por vivir actividades culturales, lo es, precisamente, por la labor que, entre muchos otros, ha desarrollado Elizondo desde los albores de su carrera. Dicho de otra manera, esta ciudad que puede preciarse de tener una vida cultural importante y permanente, con productores destacados a nivel nacional e internacional, es debido a que así ha sido construida gracias a la labor, al empeño, al compromiso, que productores como Elizondo asumieron y asumen no solo a través de su obra, sino con muchas otras actividades que son igualmente necesarias para la constitución de una vida cultural rica, constante e incluyente.
Para que una comunidad llegue a lograrlo se requiere del concurso de varios elementos, que aun no manifestándose de manera simultánea, sí es necesario que todos actúen, así como dentro de un marco espacial que es la misma comunidad, de otro temporal en donde se genere tanto la interacción entre ellos como la retroalimentación requerida para modular su accionar.
Esta vida cultural no se circunscribe a la presencia de productores y obras, sino que también implica la existencia de una red de instituciones —públicas y privadas, grandes y pequeñas, ONG’s y comerciales— que den paso a las actividades de promoción, difusión, exhibición y comercialización; a su vez, debe haber un entorno crítico que conecte al espectador con la obra; se debe contar, obviamente, con un público, uno especializado y otro aficionado, y que entre ellos vayan apareciendo los compradores hasta llegar a los coleccionistas y mecenas; y ha de haber un sistema educativo, lo mismo a niveles universitarios, profesional, que academias para principiantes o amateurs. Entre todos estos elementos y algunos más, va creciendo la actividad artística y cultural de una comunidad; en la medida que coincidan e interactúen más sólida, más fuerte será, por el contrario en tanto falten o estén poco desarrollados uno o varios de estos elementos irán declinando, desfigurándose, dejando de ser prioritarias.

ESCULTOR
Destaquemos tres aspectos ligados a esta declaración. El Monterrey que vio nacer a Jorge por supuesto es muy distinto al actual. Al mediar el siglo XX el país contaba con 25.8 millones de habitantes, Nuevo León apenas tenía 740,000 y Monterrey, con suerte, alcanzaba los 350,000. Si bien es cierto que este período es identificado como el de la segunda revolución industrial en la ciudad, lejos estaban aún los tiempos en que la derrama económica permeara hasta la promoción y difusión de la cultura.
A dos años de su nacimiento, en 1955, se fundó Arte, A.C., la institución cultural más antigua de la ciudad y a la que el escultor siempre ha estado ligado. La creación de Arte, A.C., junto con el recién formado Taller de Artes Plásticas de la Universidad de Nuevo León (1948) fue un verdadero parte aguas para la vida cultural de Monterrey, aun así y a pesar de que los temas función de teatro, velada literaria, concierto, audición, exposición, productores, mercado del arte, empezaron a hacerse comunes entre un sector de la población, todavía faltaba mucho para llegar al Monterrey de hoy.
Con todo, para entonces la ciudad ya empezaba a ser otra, como lo hacía el propio país, Adolfo Ruiz Cortines, entonces presidente de México (1952-1958) confirmaba la tendencia y apuesta por la industrialización del país que había iniciado su antecesor. Estos cambios también se hicieron presentes en el campo de la cultura ya que empezó a conformarse un circuito comercial de circulación, exhibición y consumo de obras de arte y demás prácticas culturales, pero sobre todo a través de la inconformidad con las políticas y tendencias seguidas en este campo desde los años 20’s; recordemos que en 1956, José Luis Cuevas publicó su famoso manifiesto La cortina de nopal (México en la cultura, suplemento cultural del periódico Novedades).1
Veinte años después de este movido inicio de la segunda mitad del siglo XX, Monterrey empezó a consolidar sus primeros pasos autónomos en el campo de la cultura (por ejemplo el Museo de Monterrey fue fundado en 1977). En tal sentido, Elizondo, como otros productores de su generación, son tanto el resultado de los cambios que empiezan a gestarse justo al momento de su nacimiento, como punto de partida para el crecimiento y consolidación de la vida cultural regiomontana.
Segundo aspecto. En la declaración que hemos citado, se hace referencia al trabajo de Elizondo, se habla de la pasión, de la energía, de la disciplina y de su espíritu de competencia, cualidades que sin duda son la causa principal de su trabajo, pero que no son las que antaño encontrábamos como base del quehacer, en particular, de otros escultores. A las habilidades y capacidades decimonónicas se le oponen ahora estas que son más bien el resultado de una pasión por el trabajo, su control y administración; así pues, Jorge Elizondo se explica mejor como un escultor formado en el ambiente cultural del Monterrey de esos años.
Tercer punto a destacar. Aun si sumáramos los dos aspectos anteriores nos toparíamos con que falta uno más para completar el cuadro de la faceta como productor de Elizondo. Me explico.
Por una parte tenemos a un escultor que es resultado del ambiente, del Kunstwollen de un momento en particular en la historia del arte del país y de la ciudad. Por otra, vemos a ese mismo productor procediendo de una manera poco ortodoxa en la planeación y creación de su obra. Su taller da la impresión de ser un espacio dispuesto para la práctica escultórica, por supuesto, pero con una área más parecida al centro de operaciones de alguna empresa de ingeniería civil: planos, modelos, maquetas, pruebas de material, de máquinas, y desde hace tiempo el imprescindible ordenador. Pues bien, en este ambiente, en este panorama, falta un elemento: la voz de la persona que hemos citado, la de quien ha sido su principal mecenas, o quizás sea más apropiado decir, su principal inversor.
El trabajo de Jorge Elizondo ha sido posible, fuera de dudas, gracias a su entrega y la seriedad en sus propósitos, con ello logró atraer la atención de Canales Santos y otros más como él para que invirtieran en un proyecto, en ese momento totalmente atípico para la ciudad, pero que, al correr del tiempo, ha demostrado que no estuvieron equivocados. Los éxitos de Elizondo, los comparte, estoy seguro, con sus inversionistas.

MAESTRO
En 1983 Jorge Elizondo, a menos de cuatro años de haberse graduado como ingeniero químico por la Universidad Autónoma de Nuevo León, ya se encuentra como maestro y coordinador de un curso de expresión creativa libre para niños en Arte, A.C. y en el Museo de Monterrey, este curso por los siguientes diez años se convertiría en un verdadero laboratorio de creación plástica pues en el área de trabajos tridimensionales Elizondo logró involucrar a un buen número de productores profesionales quienes vieron en el trabajo con niños el espacio y la excusa necesaria para poner en práctica tanto lecciones pedagógicas como teorías y procedimientos que después incorporarían a su propia obra.
A partir de 1995 y hasta la fecha Jorge Elizondo ha sido maestro de escultura en la Licenciatura en Artes de la Universidad de Monterrey (UDEM). Esta misma actividad lo ha llevado a dar cursos y talleres por los Estados Unidos y diferentes instituciones locales y nacionales. Elizondo está convencido de que una de sus principales responsabilidades con la sociedad lo es la educación, de ahí que una buena parte de su tiempo la dedique a la instrucción. Jorge cree que entre más productores haya y mejor preparados estén más fuerte y vital será la actividad cultural de la ciudad, de ahí que esté tan comprometido con sus labores docentes.

COLEGA
Hace doce años empezó a tomar forma uno de los sueños más queridos por Elizondo, el diseño, construcción y dirección de un espacio que lo mismo le diera servicio de vivienda, de estudio, de taller, lugar donde llevar, entrenar, formar, dirigir a sus alumnos, y que aparte, pudiera acoger a otros escultores ya formados. Desde 1991 funciona el llamado EJE, Estudio Jorge Elizondo, como un espacio dedicado a la producción y promoción de la escultura contemporánea, ubicado en la comunidad de Los Horcones (parque La Huasteca) en el Municipio de Santa Catarina N. L. Visitar el EJE, es como entrar a un circo de tres pistas, todo en él es febril actividad, de un lado se encuentra el estudio del escultor, de ahí salen los planos, los levantamientos, los «render» que se convertirán en futuras piezas escultóricas. Cuenta además con una amplia biblioteca dedicada en especial a la escultura, en la que recibe a los alumnos para las cuestiones teóricas. Más allá se encuentran los talleres propiamente hablando, en donde pueden estar trabajando la piedra, dependiendo del tamaño del proyecto, hasta tres escultores simultáneamente. Tras ellos, se levanta otra construcción que alberga tanto el almacén de herramientas y demás implementos, como otros talleres que van desde el sand-blast, hasta las resinas o la cerámica. Este espacio también está concebido para recibir artistas huéspedes, es decir, está preparado para servir de residencia temporal para escultores invitados con todas las facilidades del caso.
El EJE es pues, al mismo tiempo, el lugar al que todo productor aspira, máxime tratándose de un trabajo como el de Elizondo que por necesidad requiere de espacios amplios, abiertos, ventilados, habilitados para llevar a cabo proyectos que van desde piezas de mesa hasta los prácticamente monumentales, como también el lugar simbólico en el que se fusionan todas sus facetas. Ahí es Jorge Elizondo el escultor, pero también es el administrador, el promotor, el gestor, y principalmente el maestro. A esta personalidad poliédrica, le suma ahora otra faceta que hasta este momento no había tenido oportunidad de poner en práctica, la posibilidad de compartir su espacio con otros productores interesados en la escultura en talla directa. Así entre trabajadores, alumnos y colegas, Jorge Elizondo continúa poniendo su granito, en este caso de mármol, para el engrandecimiento de la ciudad.

Epílogo
Dos puntos más terminan este retrato de Elizondo. El primero de ellos, de máxima importancia, es el apoyo y confianza que su familia le ha dado desde un principio. Así como ahora su esposa, sus hijos, pueden estar orgullosos de lo que ha hecho, así Jorge puede exhibir su satisfacción y cariño por una familia que a pesar de los pesares y lo largo y sinuoso del camino siempre ha estado ahí a su lado para brindarle el amor, el soporte, el consuelo que se requiere cuando se sigue un camino como el recorrido por él.
El segundo, es el entorno, el paisaje que rodea la ciudad de Monterrey: al sur la Sierra Madre, al oriente el Cerro de la Silla, al poniente el cañón de la Huasteca y al norte las llanuras que llevan hasta Texas y más allá. Y aunque en sus cumbres y sierras hay bosque de pinos y encinos, en las planicies el clima es semidesértico, con altas temperaturas durante el día en los meses de verano y muy bajas en la noche e invierno.
La dependencia de Elizondo de este ambiente se encuentra, primeramente, en su quehacer pues desde un principio escogió trabajar con mármoles locales lo cual tiene implicaciones prácticas pero también simbólicas pues es tanto un homenaje a la materia con que fue forjada esta tierra, como un actuar de acuerdo a la naturaleza e, incluso, un poner a la vista de todos la belleza que está contenida en las montañas de Nuevo León. Pero no ha sido únicamente el mármol local de lo que se ha válido, también ha creado a partir de bloques de madera, sillar, de granito, de los trozos de roca que son arrancados y arrastrados por las fuertes corrientes de agua cuando llenan los cauces de otrora ríos secos.
Mas no encontramos esta simbiosis únicamente en los materiales con que trabaja, quizás la hallamos más fuerte en su ánimo de caminante, de campista. De esta experiencia viene la actitud ecologista de Elizondo misma que lo ha llevado a revisar y en su caso a modificar sus procedimientos de trabajo a fin de no contaminar y a buscar la generación de su propia energía por medios no tradicionales.2
Pero sobretodo este Jorge Elizondo hijo de Nuevo León, de las montañas de Monterrey, se nos muestra más plenamente en el sitio en que decidió ubicar la obra de su vida. El paraje del cañón de la Huasteca es la cuna, la receptora, la madre del EJE, es por ello que la ubicación, construcción y habitación de este lugar puede y debe ser entendida como el viaje a la semilla de Elizondo.
Es verdad que no solo de piedras vive un escultor y estas líneas son un apunte de las muchas otras
cosas que alimentan el espíritu de Jorge Elizondo. Al volver la vista atrás, al ver el camino recorrido a lo largo de treinta años puede, efectivamente, mirar con satisfacción la obra que él, junto con sus compañeros de generación, han logrado crear, mantener y enriquecer: la cultura de esta ciudad.

1 En Ruptura, 1952-1965. Catálogo de la exposición del mismo nombre. Museo de Arte Albar y Carmen T. de Carrillo Gil, Museo Biblioteca Pape. México, 1988.
2 Este amor y respeto a la naturaleza llevó a Elizondo a organizar en 2006 el Simposio de Escultura con Materiales Naturales en el Parque Ecológico Chipinque, en San Pedro Garza García, N.L. con la participación de quince escultores de México.

SIEMM 2007
Fue precisamente a raíz de la consolidación paulatina del EJE que en 2007 Elizondo se dio a la tarea de organizar el Primer Simposio Internacional de Escultura en Mármol, Monterrey, 2007. Un mes completo se dieron cita en la ciudad nueve escultores –dos de España, dos de Rumanía, uno de Turquía, de Estados Unidos, de Serbia, Alemania y Suiza–, mismos que estuvieron trabajando en el EJE ante los ojos de propios y extraños, una enriquecedora experiencia tanto para los escultores invitados como para el público en general, para los alumnos de Elizondo, los productores de la ciudad, los coleccionistas e incluso para el anfitrión. El resultado se presentó en el Patio de Esculturas del MARCO.